sábado, 3 de marzo de 2018

Desde nuestro jardín: Carta 3

16 de junio de 2016

Estas últimas semanas he visto más películas de las que había visto en los últimos tres años. Ya me leí “Germán y Dorotea”, Germán me recordó mucho a ti: hombre bondadoso, hogareño y bien parecido. Me lo imagino con tu barba.

En estos casi dos meses mis estados de ánimo han estado jugando conmigo; soy una ensalada de emociones. Tengo mi mantra pegado frente al escritorio y todas las mañanas lo repito: “Yo decreto aquí y ahora hacer reinar permanentemente el amor, la paz y la alegría, en mí y alrededor de mí, para mi más alto beneficio y el más alto beneficio de todos. Yo cancelo, disuelvo y transmuto cualquier energía discordante que se acerque a mi vida; sólo la luz puede acercarse. Hecho está. Hecho está. Hecho está”. Y luego, unas palabras al universo: “Lo siento, perdóname, te amo, gracias”.

Hace poco me hice una prueba de sangre para asegurarme de que no me siga persiguiendo esa terca anemia, pero parece que me ha perdido el rastro. He estado yendo al dentista, ya casi me vuelven a poner los fierros en la boca, como cuando me conociste.

Hoy estaba hablando de ti con individuo (a) X y me dijo: “Tú necesitas a alguien que no le tema a la guerra, que luche, que no se rinda en la primera batalla. Él ya se había ido una vez y mira ahora, mírate, te has vuelto a quedar así”. Me golpearon sus palabras y lloré, pero no me hicieron quererte menos.

¿Te acuerdas de “Tengo un plan” de Moragues? “Yo le prometí que me quedaría en su jardín y le fabricaría sueños para dormir, yo le prometí que le daría motivos para reír y nunca más tendría que volver a huir… y menos de mí”. Volvería a amarrarte a la cama.


Te quiero, G.

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