jueves, 31 de diciembre de 2015

Volvieron las flores

Tu nombre volvió a mis días, a mi alma, a mi piel, a mis sueños, a mi cuerpo. Llegaste mirándome como quien acaba de encontrar su lugar sagrado, en el que quiere perderse una y otra vez; recorrerlo, admirarlo, cuidarlo, amarlo, bendecirlo, así como hoy bendices mis pasos y mi andar, así como bendigo cada una de tus horas.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Abrir las cortinas y ver el mar

Tomé el autobús que no llevaba tu dirección, ni yo la llevaba en el bolsillo para no arrepentirme a mitad del camino, tratando de buscarme excusas en los recuerdos para decir que no es culpa de nadie y liberarte de todo.

No, no llevaba tu dirección, ni por dentro del zapato la llevaba, porque ya sabes eso que dicen las malas -o buenas- amistades sobre prepararse para destinos inciertos, que seguramente esta vez era más cierto que tú; más cierto que la manera en que te despediste de mí la última vez, que tus domingos conmigo...

Estaba huyendo de mis días de ti, contigo, sobre ti. Estaba perdiéndote y encontrándome; yéndome con el boleto en mano, ese que prometía liberarme de ti o a ti de mí (puedes verlo de la manera en que te sientas menos culpable). Era mi única puerta abierta; tenía que entrar y cerrártela en la cara. Aunque no estuvieras detrás de mí pidiéndome que me quedara, apostando a que era una más de mis rabietas; no lo era, y tú lo entendías mejor que la prófuga que ya estaba del otro lado de la puerta.

Mañana de viernes, el mar, y el piar de las aves que me despierta. Es hora de abrir las cortinas que el cielo ya se ha aclarado y con él mi espíritu.

martes, 30 de junio de 2015

Días de verano

Se fue junio como queriendo quedarse, se dio la vuelta y caminó despacio esperando que le pidieras un momento más, que le dijeras que sus tardes nubladas te recuerdan a mí y que te sentaras con él en la acrópolis para volver a verme acostada en tu cama diciéndote que vengas porque empieza a llover y que me digas que estás por terminarte el último cigarro y luego me observes como si estuvieras construyendo mi imagen en tu memoria para cuando ya no la tengas a seis pasos de ti.

Él partió y tú no lo buscaste. Bajó por las escaleras de caracol a la cocina, tomó nuestras noches bebiendo chocolate caliente y echó agua fría a nuestras risas, a ver si revivían, pero no.  Se despidió del perro que no era tuyo y volvió a vernos descalzos en los sillones de piel escuchando a Fénix, que seguramente nos contaba de nuevo que ya no quiere ser tan borracho. También te vio besándome la frente  y diciéndome que me recostara en tu hombro mientras que nos íbamos a dormir.

Recogiendo los momentos que planeaba llevarse, volvió a toparse contigo diciéndome lo bonito que te parecía el vestido azul que llevaba puesto, y yo haciéndote una media sonrisa, tú tomándome de la mano y agradeciéndome por estar. 

Se hace tarde y alguien debe irse. 

Ya está la puerta abierta. 

Alguien se está poniendo difícil…

Ya en la puerta, echando un vistazo atrás, confirma que no ha dejado nada, y se va.

Pd: Si quieres que te cuente un secreto, debo confesarte que yo tampoco lo detuve, pero sí lo despedí. También me besó la frente y prometió recordarnos algún día de verano.

martes, 21 de abril de 2015

Te quedaste en Madrid

“Y al final, queríamos el reverso de lo que decíamos que queríamos”.

Ahora estamos en el futuro de los pactos que hicimos, hoy ya supimos el desenlace de eso que no nos dejaba pegar los ojos por las noches; noches bonitas, noches en las que pensamos que teníamos suerte por descubrirnos a piel de flor o viceversa, y en las que cerramos bien las cortinas para ocultarle a la luz nuestros deseos.

Madrid fue testigo de tu constante incertidumbre, de la que yo te decía que guardaras debajo de la cama, que la dejaras sola y que vinieras conmigo para seguir bailando en el barco que se hundía al paso de un último bolero.

Nos queríamos… tener. De lado, encima, debajo tenernos. Sin dudas, sin miedos, sin ropa.

Se enganchaba España a México por las noches y no dormían. Se daban poemas los jueves y los días de guardar. Guardaban palabras y soltaban silencios, por necios a veces, por sabios a veces.

Temprano se dio cuenta mi soledad de que le gustaba tu camino en mi dirección, tus boleros y tu forma de diferenciar la “s” de la “c” y la “z”.

Tarde es hoy a las tres y veinte de la mañana, tarde es abril, marzo y febrero. Tarde el amor. Tarde las ganas. Tarde verte dejándome en el apartamento y diciendo que hablamos pronto porque ya tienes que irte. No puedes irte, porque aún no has vuelto. No volvió tu poesía, ni tu sonrisa de menta, ni siquiera vinieron las canciones en tu maleta. No viniste, cariño. Aunque me toques las manos y me acaricies la mejilla, no vas a convencerme.

PD: Cuando quiera verte, volveré a Madrid, como aquellas noches de otoño.

martes, 17 de febrero de 2015

Irme de ti y de aquí

Un agosto te respaldaba cuando dijiste que te gustaba lo que éramos juntos.

Y a mí me gustaba lo que era yo contigo. Tú me hacías más bonita, más sabia, más lluvia.

Tu cercanía me protegía.

Quizás era eso lo que me hacía romper el caparazón de precaución. Y ahí estaba yo: indefensa, tranquila, descubierta. Y ahí estabas tú: abrazando mi desnudez, tocándome el cabello con cariño, besando mis miedos.

Tu pecho, mi consuelo, mi escape, mi única salvación.

Éramos una buena mezcla. Me lo decía tu mirada sonriendo cuando entrelazábamos las manos. Me lo decía el silencio que quedaba cuando levantábamos la taza de café para beberlo al mismo tiempo -debía ser algo así como besarse con los ojos-. Me lo decía tu cama, las plantas de tus pies, los pies de página que ponías en tus trabajos universitarios. Amaba esos pies de páginas.

Y es que siempre que tenía tus escritos cerca me dedicaba a buscar errores en ellos esperando encontrar una razón para odiarte, para no creerte cielo. Pero luego de leerte, terminaba queriéndote siempre un poco más.

Tus letras. Eso es lo que más echaré de menos. Juegas, siempre juegas; pones, creas, descompones. Te burlas, siempre te burlas.

Tu humor negro se hizo mi amigo y también voy a extrañarlo cuando me vaya ¿o ya me fui?

Que no es lo mismo irme de aquí, que irme de ti ¿o sí?

lunes, 16 de febrero de 2015

En algún Junio

Mi nostalgia te mira con cariño y te acaricia en silencio.

Tiene ganas de que te quedes, aquí, con ella, con tu recuerdo. Para que le hables de Chéjov antes de dormir. Para que la abraces y te quiera. Más. Y es que no sé que tanto es más. Después de tanto, se pierde la cuenta y no cuenta si dices más, porque no sabes, cariño, hasta dónde se puede abrazar.

Te quiero hasta donde ya no se puede, o sí, pero ya no se quiere querer y no se puede dejar, o sí, pero ya no se quiere dejar de querer.

Y es que no, así no funciona.

Leímos tan rápido el instructivo que al final no supimos cómo hacerlo. Y no es culpa de nadie.

Hasta siempre, Capitán. 

Mi nostalgia te guarda, pero yo me voy.

Te veo en algún Junio.