domingo, 2 de marzo de 2014

Un cappuccino por favor

Quería un café, pero no quería ir ahí donde los sirven porque casual o causalmente como diría mi profesor de ética, también te habías parado por uno, entonces pensé que quizá no sería tan malo que volviéramos a tener un pequeño acercamiento y fui allá.

Pedí el café y tú ya estabas poniéndole azúcar al tuyo, sólo nosotros dos y tú le ponías tanta atención al menearlo, que seguramente ni siquiera te percataste de que yo estaba ahí, y si lo hiciste ¿Qué más da?  Era como cualquier otra chica que se levanta por un café porque tiene frío, porque se le antojó o porque quiere tener un poco más cerca al que le gusta, ¿Qué importa el motivo?

Te fuiste a sentar y mientras que me lo entregaban, te vi por el azucarero, eran de esos de metal brilloso que parecen espejos, y tú estabas justo atrás. Todos en la mesa platicando de no sé que cosas y tú sólo mirabas el café y lo meneabas lento. Hubiera querido saber en qué pensabas, en qué podía ser tan importante para evadir la plática y concentrarte en no sé qué.

Ahora podía ver más rasgos tuyos. Podía seguir viéndote por el azucarero toda la mañana, pero el que me atendía, ya estaba estirándome el café.