martes, 17 de febrero de 2015

Irme de ti y de aquí

Un agosto te respaldaba cuando dijiste que te gustaba lo que éramos juntos.

Y a mí me gustaba lo que era yo contigo. Tú me hacías más bonita, más sabia, más lluvia.

Tu cercanía me protegía.

Quizás era eso lo que me hacía romper el caparazón de precaución. Y ahí estaba yo: indefensa, tranquila, descubierta. Y ahí estabas tú: abrazando mi desnudez, tocándome el cabello con cariño, besando mis miedos.

Tu pecho, mi consuelo, mi escape, mi única salvación.

Éramos una buena mezcla. Me lo decía tu mirada sonriendo cuando entrelazábamos las manos. Me lo decía el silencio que quedaba cuando levantábamos la taza de café para beberlo al mismo tiempo -debía ser algo así como besarse con los ojos-. Me lo decía tu cama, las plantas de tus pies, los pies de página que ponías en tus trabajos universitarios. Amaba esos pies de páginas.

Y es que siempre que tenía tus escritos cerca me dedicaba a buscar errores en ellos esperando encontrar una razón para odiarte, para no creerte cielo. Pero luego de leerte, terminaba queriéndote siempre un poco más.

Tus letras. Eso es lo que más echaré de menos. Juegas, siempre juegas; pones, creas, descompones. Te burlas, siempre te burlas.

Tu humor negro se hizo mi amigo y también voy a extrañarlo cuando me vaya ¿o ya me fui?

Que no es lo mismo irme de aquí, que irme de ti ¿o sí?

1 comentario:

  1. Me gusta mucho todo lo que escribes, realmente eres muy buena.

    ResponderEliminar