lunes, 30 de abril de 2018

Desde nuestro jardín: Carta 4

21 de junio de 2016.

Ayer me dormí a las siete de la tarde. Me sentía un poco desganada, quizás es un poco de todo; quizás es un todo de ti.

Te soñé. Otra vez. Nos soñé en Colima; llegabas un jueves sin aviso y querías quedarte, y yo sirviendo la mesa volteé a verte y te sonreí, como si con eso lograra que cada día quisieras quedarte uno más.

Me levanté con ganas de verte. Otra vez. Pero fue distinto; tuve el presentimiento de que si te llamaba para decirte que comiéramos juntos, me dirías que sólo si te dejaba invitarme. O algo así. Y ahí estoy yo, segura de nada, marcando sin planear las palabras. Y luego tú, quedando de llamarme en un mejor momento. Y entonces nada. Las ocho, las nueve, el café, el tráfico, la oficina, los e-mails, las llamadas (que no son tuyas), la comida, las cuatro, las cinco, el buzón vacío en la pantalla, las seis… y luego el arrepentimiento de esta empecinada intuición.

Después caigo en lo que dice en Popol Vuh: “Quien elige el camino del corazón, no se equivoca nunca”. Estoy satisfecha.

Te quiero, G.

sábado, 3 de marzo de 2018

Desde nuestro jardín: Carta 3

16 de junio de 2016

Estas últimas semanas he visto más películas de las que había visto en los últimos tres años. Ya me leí “Germán y Dorotea”, Germán me recordó mucho a ti: hombre bondadoso, hogareño y bien parecido. Me lo imagino con tu barba.

En estos casi dos meses mis estados de ánimo han estado jugando conmigo; soy una ensalada de emociones. Tengo mi mantra pegado frente al escritorio y todas las mañanas lo repito: “Yo decreto aquí y ahora hacer reinar permanentemente el amor, la paz y la alegría, en mí y alrededor de mí, para mi más alto beneficio y el más alto beneficio de todos. Yo cancelo, disuelvo y transmuto cualquier energía discordante que se acerque a mi vida; sólo la luz puede acercarse. Hecho está. Hecho está. Hecho está”. Y luego, unas palabras al universo: “Lo siento, perdóname, te amo, gracias”.

Hace poco me hice una prueba de sangre para asegurarme de que no me siga persiguiendo esa terca anemia, pero parece que me ha perdido el rastro. He estado yendo al dentista, ya casi me vuelven a poner los fierros en la boca, como cuando me conociste.

Hoy estaba hablando de ti con individuo (a) X y me dijo: “Tú necesitas a alguien que no le tema a la guerra, que luche, que no se rinda en la primera batalla. Él ya se había ido una vez y mira ahora, mírate, te has vuelto a quedar así”. Me golpearon sus palabras y lloré, pero no me hicieron quererte menos.

¿Te acuerdas de “Tengo un plan” de Moragues? “Yo le prometí que me quedaría en su jardín y le fabricaría sueños para dormir, yo le prometí que le daría motivos para reír y nunca más tendría que volver a huir… y menos de mí”. Volvería a amarrarte a la cama.


Te quiero, G.

domingo, 11 de febrero de 2018

Desde nuestro jardín: Carta 2

29 de mayo de 2016
Domingo.

¿No te parece el día de la semana más nostálgico?

No me gustan los domingos, prefiero los lunes que nadie quiere; para quedármelos, consolarlos y hacerles entender que son el inicio, la nueva oportunidad, las ganas de seguir…

Los domingos, en cambio, son los planes a medio terminar, las despedidas, las ganas de llorar a las seis de la tarde, las cenizas de los bailes y tú. Son nostalgias disfrazadas que llegan con el ocaso y terminan donde tus piernas; entre las sábanas y las canciones de Cerati, entré el té y la mirada de dos enamorados, hasta las trancas, tocándose las manos y descubriendo la certeza en los ojos del otro.

Te echo mucho de menos. No, no: te echo de más. Porque, ¿qué es echar de menos? Pareciera que es cuando el tiempo va haciendo más pequeño el amor. Te echo de menos es “te siento menos”, “te pienso menos”, “te quiero menos”. Yo te echo de más porque estás cerquita en las mañanas, con el café; en mi mantra, en mi corazón, en mis letras, en mí.

Te quiero… más.

Podría decirte que estoy a tus seis, pero no puedo, aunque quiera, porque uno no puede proteger con sus manos a quien se encuentra lejos; no conoce los monstruos que le acechan.

Estoy a tus tres. Mira a tu lado.

sábado, 27 de enero de 2018

Desde nuestro jardín: Carta 1

25 de mayo de 2016

Hace casi un mes que terminó, un mes que me ha parecido un año, o dos. Le doy la razón a Neruda con eso de que el olvido es muy largo, pero le refuto la idea de que el amor es corto; el amor es largo, pero nuestras expectativas difíciles de alcanzar. Aquello de lo que nos enamoramos se convierte, de pronto y sin aviso, en aquello que queremos cambiar de la otra persona; qué irónico. Las relaciones humanas son muy difíciles, dirías tú. Somos individuos complejos, en constante cambio; que se equivocan, aman, aprenden y perdonan.

Últimamente al despertar me viene un recuerdo a la cabeza, muy nítido pero lejano. ¿Te acuerdas de lo que platicamos una noche en el bar que está por la de Galeana? “Si esto resultase ser un sueño, no vamos a demorarnos en buscarnos al levantarnos; te llamaré y te diré: te soñé. Y sabrás que sucedió”. Me enjabono, me enjuago y pienso, pienso que te he querido tanto que me inventé esta historia para sentirte cerca. Y recuerdo, lo que sea que recuerde: he estado allí a tus 3, 6, 9 y todo lo demás; diciéndote que te asomes por la ventana del apartamento a ver el cielo que hoy se ha pintado bonito, y me descubras abajo, mientras me tapo el sol de la cara, sonrío y te saludo levantando la mano. 


Cada 28 de agosto te recuerdo, aunque no siempre podamos coincidir. En el bosque, en el mar, en la cama, en el jardín; yendo y viniendo, amándonos y dejándonos. Y el hilo no se rompe.

He decidido escribirte hoy porque los últimos tres días te he soñado y he tenido muchas ganas de verte. Escribirte me calma.

Pd: El amor cura. He estado leyendo acerca de Ho oponopono; es un arte donde, cada vez que sucede algo que nos duele, podemos pedir en una oración que “por favor sea sanada la parte de mi mente que creó este problema”, y repetir mentalmente “Lo siento, perdóname, te amo, gracias”, dirigido a la divinidad. Debes hacerlo con actitud de serena alegría. Ya lo he puesto en práctica y me da mucha paz. Me gustaría que lo hicieras también.


Te quiero mucho.