James no la conocía, pero se reía con ella. Le resultaba curioso
que se pareciera a la protagonista de la película japonesa que había visto a
los nueve. Se sonreían en la mesa redonda, donde ya estaba yo poniendo la fruta
y dándome cuenta de que su belleza lo transportaba.
Salí.
Al patio.
A sentarme en mi silla de madera.
Y James salió después, y se
sentó a mi lado.
Me dijo: "Nadie que no
lleve tu nombre".
Tete se depidió a lo lejos
con su bolso de
trapo colgando.
Y lo supe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario